sábado, 30 de abril de 2016

La Biblia del docente: rEDUvolution

Hoy os vengo a hablar de un libro que todo docente debería leer y releer, por su gran utilidad para los que, como yo, queremos cambiar el paradigma obsoleto de la educación y centrarla en una enseñanza participativa en la que los alumnos sean los protagonistas, no los libros ni los contenidos.


rEDUvolution es un libro escrito por María Acaso, profesora universitaria de Educación Artística en la Complutense de Madrid. Su blog es un referente internacional sobre educación disrupuntiva.



Me ha parecido un libro muy atractivo de principio a fin, tanto su forma de escribir como las ilustraciones que lo acompañan, así como los pequeños retos que lanza y las anécdotas que cuenta.
En cada capítulo me han llamado la atención varias ideas, por lo que realizaré un análisis de cada capítulo. 


1. Lo que los profesores enseñamos no es lo que los estudiantes aprenden. PEDAGOGÍA Y VERDAD.





La educación actual está obsoleta y sigue anclada en la educación industrial del siglo XIX y principios del XX, en la que el profesor dicta los apuntes y los alumnos copian a correprisa palabra por palabra lo que el profesor dice, vomitándolo en un examen y olvidándolo en cuanto lo terminan. Esto se puede aplicar también a la educación primaria, en la que ejerzo, pues aunque no dictemos ni los alumnos copien apuntes, la dinámica suele ser la misma de explicación del libro, ejercicios que no dejan abierta la puerta a la imaginación, un examen, y en el siguiente tema podemos constatar que los alumnos han olvidado casi todo lo del tema anterior. Este sistema no funciona, no es significativo en absoluto. Tenemos que tener en cuenta que en la educación no intervienen sólo el profesor y el alumno, también hay un tercer agente, el incosciente, pues la realidad es que los alumnos aprenden más de lo que obviamos que de lo que enseñamos. Por ello programar por objetivos no tiene sentido, pues no podemos controlar de forma inflexible lo que los alumnos aprenden. Además, deberíamos estar más abiertos a enseñar mezclando asignaturas o áreas, pues todas pueden complementarse mutuamente y el aprendizaje es más contextualizado.




2. No sólo hay que parecer democráticos, hay que serlo. PEDAGOGÍA Y PODER.






No debemos catalogar a los agentes que intervienen en el proceso de enseñanza – aprendizaje como profesor y estudiante, en el que cada parte es independiente y no colabora ni interactúa con la otra. Debemos entender la educación como una comunidad, en la que todos los participantes se relacionen, cooperen y aprendan unos de otros de forma multidireccional. Atendiendo a este concepto, el maestro o profesor deja de ser una figura autoritaria y “de ley” para ser un coach, tanto de los alumnos como de otros docentes, apoyando y ayudando a todos los agentes de la educación, creando una red de cooperación y aprendizaje. Una de las cosas que más me gusta de la enseñanza es que todo el mundo tiene algo nuevo que enseñar, da igual que sea tutor, especialista o cualquier alumno de cualquier curso. Además a los alumnos les encanta enseñar cosas a los maestros. Es por ello que deberíamos aprender más de nuestros estudiantes como por ejemplo con el Banco Común de Conocimientos, en el que las personas comparten los conocimientos que conocen a cambio de otros nuevos, todo de forma colaborativa. Para hacer efectiva esta idea de comunidad, se deberían cambiar los contenidos a enseñar, pero también los formatos que se utilizan por otros mucho más abiertos, flexibles, creativos, innovadores y actualizados.




3. De la clase a la reunión. PEDAGOGÍA Y CUERPO.






Tenemos que olvidar la estructura de las aulas tradicionales, en las que el maestro está en la cabecera, con todos los alumnos cara a la pizarra que apenas interactúan entre ellos, con aulas frías y poco acogedoras, para intentar crear aulas habitables: cambiando la distribución para que la comunicación fluya, cambiando el mobiliario por uno más cómodo y menos estandarizado, dándole a los alumnos la opción de mantener la puerta abierta (puede parecer una tontería pero de esta forma dejan de estar aislados y la creatividad puede florecer), y poniendo una decoración con la que todos, alumnos y maestros nos sintamos a gusto y con ganas de estar en el aula. También deberíamos rebajar el ritmo de la educación (slow education), ralentizándolo para producir procesos de enseñanza – aprendizaje lentos y tranquilos en los que los alumnos no se sientan aturullados por la velocidad con la que se imparten los contenidos, produciendo que no lleguen a asumirlos con éxito. Por último, debemos abandonar la idea de que sólo se aprende en el aula y en horas lectivas, y comprender que se puede aprender en todas partes, en cualquier momento y el cualquier lugar.



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4. No tengo tiempo para aprender porque tengo que estudiar. PEDAGOGÍA Y SIMULACRO.





Es necesaria una reflexión acerca del aprendizaje por simulacro, entendido como la forma en que aprenden los alumnos en las escuelas, sin contextualizar y sin aplicación real de las enseñanzas. Debemos cambiar esto por el aprendizaje por experiencia, en el que los alumnos puedan aprender con la práctica real de los conocimientos y contenidos. Así, el aprendizaje es más significativo, pues se crea en los alumnos el placer por aprender. Una forma muy útil para trabajar el aprendizaje por experiencia es mediante proyectos, en los que pasamos de memorizar a hacer en un contexto real para los alumnos. De esta manera los alumnos pasan de aprender de manera contemplativa a hacerlo de forma vivencial o experimental.






5. De la educación basada en la evaluación a la educacuón basada en el aprendizaje.
INVESluar.





Asumamos de una vez que evaluar es imposible porque la evaluación es subjetiva. Un docente puede creer importantes para evaluar uno ítems que otro puede pensar que no lo son, y por el contrario dar más peso a unos ítems diferentes. Además, dado que el aprendizaje no tiene fin, pues al intervenir el inconsciente los alumnos están constantemente creando nuevos aprendizajes, no podemos evaluar un proceso inacabado. No podemos obviar que el sistema nos exige una evaluación, pero lo que podemos hacer es no centrar el aprendizaje en ella, sino crear una evaluación descentralizada, y utilizarla al final porque el sistema la pide, pero no construir la enseñanza en torno a ella. Para poder evaluar de la forma más objetiva posible a nuestros alumnos debemos convertir la evaluación en investigación: INVESluar, investigar de qué manera podemos evaluar a cada alumno según sus características, motivaciones, intereses y necesidades, pero no sólo a los alumnos sino a todos los agentes que intervienen en el proceso de enseñaza – aprendizaje. Intentemos desechar la evaluación numérica tradicional y tratemos de convertirla en una experiencia o práctica real, de esta forma, los alumnos entenderán mejor la evaluación no como el fin de la educación, sino como un medio para el aprendizaje.





Finalmente reseñar que, aunque me ha parecido un libro muy interesante y práctico, que adjunto desde ya a mi biblioteca particular de educación, no dejan de ser ideas un poco utópicas en la realidad en que nos encontramos, ya que los propios alumnos están tan acostumbrados a lo tradicional que cuanto te sales de su zona de confort e innovas, muchas veces no lo entienden o no les gusta, o no reaccionan bien (tengo una clase muy disruptiva que por ejemplo si quito las mesas y los siento en el suelo, eso puede ser un caos total). Además hay muchos docentes anclados en el pasado, en los que lograr el cambio de paradigma en sus mentes es tarea muy difícil, por no decir imposible, y es muy complicado innovar cuando tus compañeros no te apoyan ni van en sintonía contigo. También es verdad que todo cambio lleva un proceso de adaptación, por lo que lograr la rEDUvolución en las aulas será un periodo largo, pero estoy segura que a la larga puede (o debería ser) muy satisfactorio.